domingo, 14 de febrero de 2010

UP IN THE AIR

No se molesten en ver esta película aquellas personas que vayan buscando acción y que les de pereza las películas que obligan a pensar.
Afortunadamente, una vez cada cierto tiempo, uno va al cine y se encuentra con algo como "Up in the Air", un filme exquisito en su sencillez, capaz de hacer reír y conmover a partes iguales, con una historia solida y creíble, tierna y cuidada, cargada de esa magia indescriptible que justifica la afición por el séptimo arte. "Up in the Air" es lo que comumente llamaríamos "un peliculón".
"Up in the Air" es un relato sobre soledad e independencia, sobre amor y decepción, sobre la cruda y hermosa realidad de las relaciones personales y el miedo al compromiso, sobre la realización individual y las falsas expectativas, todo a través de los ojos del empleado de una compañía que se dedica a hacer el trabajo sucio de las empresas que externalizan la tarea de despedir a su plantilla. Ese tipo es George Clooney, posiblemente el Clooney más empático de su carrera, que humaniza el personaje de triunfador seguro de sí mismo que tanto rédito le ha dado hasta la fecha.
El título de la producción habla de la vida en el aire de su protagonista que de tanto volar de un lado para otro por motivos profesionales -lo que le lleva a acumular millones de millas- acaba sintiéndose en casa cuando se sube a un avión, lejos de ataduras y completamente despegado de vínculos emocionales, aparentemente feliz hasta que encuentra la horma de su zapato.

Clooney está bien, al igual que Vera Farmiga, su alma mater en el filme pero es genial Anna Kendrick, quien a sus 24 años y tras dos "Twilight" a sus espaldas sobresale en comicidad ingénua. La escena en la que rompe a llorar desconsolada montando un numerito a Clooney a la entrada de un hotel es garantía de carcajada.

Desde el primer minuto los tres personajes enamoran tanto como la propia película. Up in the Air, con ese glamour de tarjeta platino y clase business, que contrasta con esas fantasmagóricas imágenes de oficinas vacías y sillas abandonadas, habla del desarraigo, del abandono de los sentimientos y de cualquier otra ligadura que nos ate al suelo, en una sociedad que fuerza a huir siempre hacia delante si se quieren alcanzar las metas que marca la ambición propia. Obligándonos a decidir qué queremos dejar atrás y qué cargar en nuestra mochila.

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