El Gobierno de Zapatero muestra unos argumentos muy conocidos. Se trata de echar la culpa a otro, de huir de la autocrítica y buscar en lo externo a uno, a quién responsabilizar de todos los males. Es una técnica que muchas personas usan desde la infancia y que siempre les empequeñece. Los mercados a los que ahora el Gobierno (Zapatero o De la Vega) acusa de sus males todos, le permitió enarbolar la bandera de la máxima solvencia y codearse con las grandes economías del mundo, viniendo de un país exótico, de tipos exótico. Financiación de gran país… buena, abundante, rápida y sobre todo barata.
Zapatero no repara en que tardó muchos meses en darse cuenta de la crisis. Tampoco que recibió una buena herencia, aunque envenenada de burbuja ladrillera y la dejó engordar con una entrada de impuestos creciente que permitían hacer realidad cualquier promesa electoral -Ley de Dependencia- por disparatada que fuera. Mucho dinero y fácil para regalar en los mítines a todo el que estuviera dispuesto a votarle, y gracias a los mercados. Y esta estrategia la mantuvo, incluso, cuando la crisis se paseaba como un elefante ante sus ojos: unos cuantos votos más. ¡Vivan los mercados¡
El presidente del Gobierno no ha respetado a los mercados –no son santos de mi devoción, aunque me gane la vida hablando de ellos- con su despilfarro, con su canje descarado de votos a 400 euros o con sus prebendas para aprobar presupuestos inservibles antes ya de imprimirse. Y todo ello gracias a los mercados. Ni modificó los errores de la política económica del PP e, incluso, se negó a ver el tamaño de las equivocaciones de Rato que convirtió en éxitos propios.
Todos estos comportamientos le han llevado a no tener credibilidad en los mercados, tras anuncios continuos de planes que no llevan a ninguna parte y que nadie cree que se ejecutarán. Zapatero se puede quejar de los mercados porque no respetan a España, reducida a acciones y bonos. Pero él tampoco los ha respetado después de beneficiarse de sus bondades que le permitieron cinco años de despreocupada gobernanza. Zapatero es injusto, de lo contrario clamaría ¡ Vivan los mercados¡
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